lunes, 16 de marzo de 2015

El Protomedicato

A L\G\D\G\A\D\U\
Valle de Remedios de Escalada, 10  de julio de 2014, e.·. v.·.
Ven.·. M.·.
Qq.·. Hh.·. Mm.·.
Qq.·. Hh.·. Cc.·.
Qq.·. Hh.·. Aa.·.
Qq.·. Hh.·.todas: 

PLANCHA DE PRIMER GRADO

El Protomedicato
Atención de la Salud en el Virreynato del Río de La Plata

Los primeros médicos que vinieron a esta parte de América preparaban los remedios que aconsejaban.  Así, en el acta del 24 de enero de 1605 del extinguido Cabildo de Buenos Aires, se consigna que el vecindario debía pagar al primer cirujano que solicitó se le recibiese como tal, don Manuel Alvarez, la suma de cuatrocientos pesos al año, más el importe de las medicinas y ungüentos que suministrase a los enfermos de la población. Durante la colonia, se solía llamar Farmacia a la profesión, vocablo que designa la ciencia y la profesión y no el local donde se preparan y expenden las drogas.  Botica se llamaba al establecimiento que es la oficina en que se hacen y despachan las medicinas o remedios para la curación de las enfermedades, siendo el  Boticario el Profesor de farmacia, que prepara y expende las medicinas.  
En el año1.770, Don Agustín Pica, de profesión Boticario solicitó del Cabildo autorización para ejercer su profesión en Buenos Aires. De ello informan las actas capitulares del 5 y 26 de mayo de aquel año.  Mientras Buenos Aires no contó con Protomedicato, el Cabildo intervenía directamente en los trámites necesarios para dar validez a los títulos y antecedentes presentados por los médicos, cirujanos, boticarios, etc., cuando se radicaban en la ciudad.  
Asimismo, permitía la instalación de los profesionales, autorizaba las boticas, fiscalizaba su funcionamiento, etc.  Según Gorman, en el Manuscritos Nº45, "el pueblo estaba sujeto para la administración de remedios, aún los más delicados, a la ignorancia de Mercaderes y Pulperos, o a la voluntariedad de Médicos y ejercitantes de esta facultad y de la cirugía, que consultaban demasiado el interés propio".   
El Virreynato del río de la Plata, nace en 1.778 los 50.000 habitantes de Buenos Aires, se asistían con los escasos médicos que había en la ciudad, formados en España, Inglaterra y Francia.  Contaba con tres hospitales: El Santa Catalina, de Defensa y Méjico, destinado a emergencias, (actualmente es Museo Militar), de la Residencia o de hombres, frente a la Iglesia de San Telmo, en la hoy calle Humberto 1°, con 200 camas, construido sobre terrenos expropiados a los jesuitas y el de la Caridad o de mujeres, con 70 camas, próximo a la capilla de San Miguel. Ambos fueron demolidos. Los pacientes que acudían a los mismos eran insolventes y/o menesterosos.  
En 1.782, en el virreinato de las Provincias del Río de la Plata, no había menos de 31 boticas establecidas y 4 botiquines.  De ellos 16 y 3 botiquines se hallaban en tierra argentina, 11 boticas y 1 botiquín en Bolivia, y 4 boticas en el Uruguay.  En Argentina, 9 estaban establecidas en Buenos Aires; 4 en Córdoba; 2 en Salta; 1 en Tucumán; 2 botiquines en Mendoza y 1 en Jujuy.  Pero ya antes de 1.763, existían las boticas de presidio y aún con anterioridad las de los conventos. 
En sus comienzos,  el Protomedicato se encargó de surtir de artículos farmacéuticos a todas las boticas del país, encargándolos en cantidades considerables a las casas de Diego Thomas Fanning de S. Lúcar y José de Llano y Sangines de Cádiz, a cambio de cueros y lanas de vicuña.  Recibíase también de España "los compuestos" y exportábase del virreinato toda clase de árboles y plantas útiles y, "para la Real Botica, todos los géneros medicinales, con las noticias respectivas de su uso y virtudes".  
El virrey Joaquín del Pino crea en 1.881 el Protomedicato y se inicia la formación y capacitación de los primeros médicos nativos.  Su titular fue el Dr. Cosme Argerich.  El 2 de marzo del mismo año se inician los cursos, en los que se inscriben 15 postulantes criollos, que egresan graduados cinco años después, entre ellos. 
La existencia del Protomedicato es efímera y cesa en 1812.   Durante las Invasiones Inglesas fueron excepcionalmente hospitales, los templos de San Juan, de Alsina, donde las hermanas de clausura, las Clarisas, asistieron por igual a ingleses y residentes nativos.  San Ignacio, La Merced, San Francisco, Santo Domingo, Montserrat y otros.  Entre 1801 y 1830 había en la ciudad cerca de 200 médicos, para asistir sobre todo enfermedades pestilenciales que constituían más del 60% de la demanda.  
Por estos tiempos se ignoraba el qué, cómo, cuándo y porqué se contagiaban las personas, los animales, los alimentos, el agua, etc.  Se desconocía la etiología de la generalidad de las enfermedades transmisibles, menos aún la epidemiología, excepto viruela. En la época colonial, hubo sucesivos brotes de viruela, en 1605, 1621, 1641. Años más tarde, en 1774,1792 y 1794. En 1804 el Dr. M. O’Gorman, indicaba las primeras aplicaciones de la vacuna antivariólica descubierta poco antes por Eduardo Jenner.  Después de 1870, se descubrieron los agentes productores de las enfermedades transmisibles.  En 1874 fue el bacilo de la lepra.  Luego, los llamados “cazadores de microbios” Koch, Pasteur, Roux y muchos otros, descubrieron el origen de la mayor parte de las enfermedades contagiosas.  
En 1814, comienza sus actividades docentes con motivo de las campañas militares, la Escuela Médica del Instituto Militar.   En 1821 se crea la Universidad de Buenos Aires, que incluye entre sus carreras, Medicina, con un plan de estudios, mayor de cuatro años.   La ciudad con sus precarios servicios sanitarios, se enfrenta a numerosos brotes epidémicos.  Eran excepcionales los aljibes con agua de lluvia.  Esto exponía a la población a riesgos constantes, sobre todo de enfermedades transmitidas por ingesta, por vía digestiva, durante todo el año o respiratorias agudas, cuando los fríos o las transmitidas por vectores tras las lluvias, (o víricas estacionales como el brote de sarampión en 1812, el siguiente fue en el 1825) y otro de fiebre tifoidea en 1817.  
En Buenos Aires en 1860 y 1864 hubo disentería bacilar, y en 1865 epidemia de sarampión.  Asimismo, se convivía con brotes de difteria, tifoidea, tuberculosis, todas las respiratorias agudas y las estacionales y en las provincias del norte brotes de peste bubónica, tifus exantemático y paludismo, por la ausencia de cloacas y además porque no existían normas acerca de la disposición de excretas, desperdicios, basuras, animales muertos, que contaminaban los pozos y las napas de agua de consumo.   Por la carencia de agua potable que se obtenía del río de la Plata y distribuían para la mayor parte de la población, los aguateros, en enormes toneles, sobre chatas de ruedas muy altas. 
En 1.827 se reestructura el plan de estudios de la Facultad de Medicina llevándolo a seis años.  Los brotes de enfermedades pestilenciales persisten y asedian la ciudad, en esta instancia, escarlatina, en 1.833-36 y 37.   Por decisión del gobernador, el general Viamonte, todos los graduados de la Universidad de Buenos Aires deben servir tres años en los ejércitos de la patria.   
En 1.836, Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires, en nombre de la Confederación, dispone que sólo podrán acceder al título de médicos, aquellos que acrediten fehacientemente adhesión a la causa de la Federación, y por ello renuncian y abandonan la Universidad, varios docentes titulares de cátedras y fundadores de la misma.  
Desde 1853 la Facultad de Medicina, se instala en el Hospital de hombres y se funda el Hospicio de San Buenaventura, para desamparados e inválidos de guerra.  Nace así en 1.865 la Academia Nacional de Medicina que asume las funciones de control sanitario de la población, control de títulos y vigilancia del ejercicio profesional y se crea la Escuela de parteras con una maternidad, que funciona en el Hospital de Mujeres.   En poco tiempo se fundan los Hospitales Español e Italiano.  En 1.867 se desata el brote de cólera con 5.000 afectados, más de 1.500 muertos y una probabilidad de infectados y por consiguiente portadores, 10 a 20 veces superior.  Este brote se atribuyó al retorno de las tropas de la guerra desde el Paraguay, que se reitera en el año siguiente, con menos casos por las medidas de cuarentena.  Retorna en 1882 junto a fiebre tifoidea y después en 1884 y 1886. 
En 1.868 se instala la primera bomba de agua en el río de la Plata, con una toma a 1600 metros de la costa, que era potabilizada y llevada por cañerías de casi 20km. de extensión. Primero en Plaza Lavalle, luego hasta Flores.  Al desatarse en 1.870 la epidemia de fiebre amarilla, con 200 casos, se recobra conciencia de la falta de servicios sanitarios básicos.  Las intensas lluvias de primavera y verano del 70 inundan los pozos negros y las letrinas de los barrios de la zona sur, incluso en la Boca.  
En 1.871 la epidemia se reitera por el arribo de un carguero procedente de Brasil. Fueron quince mil los muertos, que vivían principalmente en los conventillos de Montserrat y el Alto de San Telmo.  Las autoridades gubernamentales abandonan sus residencias del área, como también los habitantes de Montserrat, San Temo y las quintas contiguas de Barracas, instaladas sobre la calle larga del sur.  Emigraron al norte, hacia Belgrano, a una legua y media, en zona baja, en cuanto a cota, aislada del resto y al oeste a San José de Flores.  En el diario La Prensa del 13 de mayo de 1.871 dice.”... La propagación de la fiebre amarilla parece seguir el curso de las cloacas”....
La epidemia de 1.871, suscita una serie de medidas sanitarias, que aluden al tratamiento de las basuras, que debían ser enterradas a determinada profundidad, la desinfección de letrinas, la disposición de los muertos, que llegaron en abril a 300 diarios, con picos de 600. Se crea la Comisión Patriótica para asistir la epidemia que preside el Dr. Roque Pérez y el Dr. Manuel Argerich,  que mueren en la ocasión.   Se habilitan los terrenos de “la chacrita de los colegiales”, como cementerio, que pasa ser Chacarita.   Allí se entierran las primeras víctimas.   Accedían por ferrocarril, tirado por “La Porteña” que manejaba el ingeniero inglés John Allan, que murió en la epidemia.  La mayor parte fueron incinerados y enterrados en el hoy Parque Ameghino. 
Tras el fallecimiento de su por fiebre amarilla, el virrey del Pino en 1.871,  con su legado se construye el hospital de niños, San Luis Gonzaga, que inicialmente dirige el Dr. Carlos Herrera Vegas, mientras el Dr. Ricardo Gutiérrez se preparaba en Europa.  Luego éste lo conduce por 25 años.   En 1.879 inicia su construcción en la manzana de la actual plaza Bernardo Houssay, el hospital Buenos Aires, futuro Clínicas, que pasaría a depender luego de la Facultad de Medicina y en 1882-83 en unas barracas que permitían albergar 40 camas, comienza sus actividades la Casa de Aislamiento, a cargo del Dr. José Penna. 
En 1884 se solicita al ingeniero Coghlan, la realización de los estudios de cotas, desagües pluviales (aguas limpias) y de cloacas (aguas negras) y el saneamiento de los arroyos que recorrían la ciudad de 1 millón de habitantes y una superficie cuatro veces menor a la actual.  Merced a la gestión de José María Ramos Mejía, Eduardo Wilde, José Penna, Carlos G. Malbrán, Baldomero Sommer, Telémaco Susini, Luis Agote, Pedro Mallo y el oriental Carlos Susviela Guarch se crea la Oficina Sanitaria Argentina, para ocuparse de las enfermedades transmisibles, mucho antes que la homónima Panamericana, que nace en la segunda década de siglo XX. 
Sus normas, muy adelantadas a su época, son censuradas por Inglaterra, varios países de Europa central y Brasil, que privilegian el libre comercio, antes que el control de las enfermedades pestilenciales, que llegaban desde Africa, Europa y Asia por el incremento de las comunicaciones.  A Luis Agote le correspondió defender la posición argentina en los foros internacionales.  Fue el descubridor de los procedimientos para hacer incoagulable la sangre y de los grupos sanguíneos. Fue postulado al Nóbel.  
En 1.887 el hospital de mujeres se traslada a su ubicación actual, para ser el Hospital Rivadavia, sobre avenida Las Heras.  El Hospital Francés inicia su gestión y Telémaco Susini funda el Instituto de Patología.   En 1.888, se inicia el Hospital Muñiz. Albergaría allí a las cátedras de enfermedades Infecciosas, a cargo de Penna y luego la de Tisiología (Tisioneumonología).
En 1.890 se crearon el hospital Pirovano, el Tornú, el Hospital de Flores, Teodoro Alvarez y del norte Juan A. Fernández.   Contiguo al Hospital San Roque, se construye la maternidad Eliseo Cantón.  Se sumaron luego la maternidad Lucio Molas, y la Maternidad Pardo.   La expectativa de vida de la población, había crecido de poco menos de 40 años en 1820 a 50 años y más. Argentina estaba por entonces en la cima del conocimiento científico y le esperaban nuevos logros.   Además, el poder central acompañaba esos avances y le asignaba una importancia primordial a la Salud Pública, creando el Departamento Nacional de Higiene, dependiente del Ministerio del Interior.  Además recién en 1928, para la provisión de agua a la ciudad de Buenos Aires, se pasó a la nueva bomba y planta actual, de la avenida presidente José Figueroa Alcorta.  
El Laboratorio Central de Salud Pública de 1.904 fue el primero de América, equivalente a los europeos, el Pasteur de París, Serológico de Viena, Biológico de Berlín.  La construcción del edificio se costeó con un mínimo impuesto a la venta de medicamentos, semejante en su diseño y estructura al Pasteur.   Para su misión y funciones se contrató al director del Serológico de Viena, el Prof. Rodolfo Krauss y se envió a Carlos Malbrán autor del proyecto, a capacitarse a los Institutos europeos citados y se contrataron a investigadores con el fin de capacitar a los profesionales locales.  Allí se produjeron los primeros sueros antiinfecciosos, antiofídicos y antiarácnidos venenosos.  Ese sector lo dirigían Bernardo Houssay y Angel Roffo, que fallece a poco.   Las investigaciones específicas florecen por doquier y se realizan en todo el territorio del país y en los países vecinos y al mismo tiempo sirven para asistir y mejorar la salud comunitaria.  
Llegamos así al premio Nóbel para Houssay, y poco después otro para Luis Leloir, discípulo del anterior. Las propuestas al mismo premio para Armando Parodi, por el descubrimiento de la etiología de las fiebres hemorrágicas y a Abel Cetrángolo por sus investigaciones en tuberculosis.  Y el Nóbel para César Milstein.  En la década de 1.940 el neurocirujano, el Dr. Ramón Carrillo, que mantiene el concepto normativo, lo extiende esto a todas las regiones del país.  Se construyen numerosos hospitales, hasta duplicar la dotación de camas.  Trabajan también Penna y Malbrán y la salud se regionaliza.
En las décadas del 60 y 70, vuelven los conceptos de riesgo y las evaluaciones epidemiológicas con Dr. Carlos Urquijo, creador de la cátedra de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública, ante el nacimiento de las represas hidroeléctricas, por los riesgos de la Esquistosomiasis, endémica en Brasil, vehiculizada por caracoles infectados, también por infecciones hospitalarias; por toxiinfeciones alimentarias; por enfermedades prevenibles por vacunación; por patologías diversas, etc.   
El 22 de agosto de 1.970 se inauguró oficialmente en un acto que se realizó en el local de la antigua farmacia "De La Estrella", declarada patrimonio nacional.  El contenido de dicho museo es inconmensurable, enseña mucho e invita a la reflexión histórica, no sólo es interesante para los profesionales de la medicina, sino también para el público en general.
Qq.·. Hh.·. Además de ser muy interesante este recorrido por la historia de la medicina y de las “boticas” en nuestra ciudad, es muy interesante investigar cuántos de los hoy Hospitales, no sólo de la ciudad de Buenos Aires, sino del interior del país nacieron de Logias operativas que se formaron para dar a luz un centro asistencial y que abatía Columnas una vez cumplido su objetivo.  Pero eso será motivo de otro trazado.
Es mi palabra

S.·. F.·. U.·.
Beartiz Noto
Pr.·. Vig.·.

Logia Norma Mazur

No hay comentarios.:

Publicar un comentario