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Valle de Remedios de Escalada, 10 de julio de 2014, e.·. v.·.
Ven.·. M.·.
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Qq.·. Hh.·. Aa.·.
Qq.·. Hh.·.todas:
PLANCHA DE PRIMER GRADO
El Protomedicato
Atención de la Salud en el Virreynato del Río de La Plata
Los primeros médicos que vinieron a
esta parte de América preparaban los remedios que aconsejaban. Así, en el acta del 24 de enero de 1605 del
extinguido Cabildo de Buenos Aires, se consigna que el vecindario debía pagar
al primer cirujano que solicitó se le recibiese como tal, don Manuel Alvarez,
la suma de cuatrocientos pesos al año, más el importe de las medicinas y
ungüentos que suministrase a los enfermos de la población. Durante la colonia,
se solía llamar Farmacia a la profesión, vocablo que designa la ciencia y la
profesión y no el local donde se preparan y expenden las drogas. Botica se llamaba al establecimiento que es
la oficina en que se hacen y despachan las medicinas o remedios para la
curación de las enfermedades, siendo el Boticario
el Profesor de farmacia, que prepara y expende las medicinas.
En el año1.770, Don Agustín Pica, de
profesión Boticario
solicitó
del Cabildo autorización para ejercer su profesión en Buenos Aires. De ello
informan las actas capitulares del 5 y 26 de mayo de aquel año. Mientras Buenos Aires no contó con
Protomedicato, el Cabildo intervenía directamente en los trámites necesarios
para dar validez a los títulos y antecedentes presentados por los médicos,
cirujanos, boticarios, etc., cuando se radicaban en la ciudad.
Asimismo, permitía la instalación de
los profesionales, autorizaba las boticas, fiscalizaba su funcionamiento, etc. Según Gorman, en el Manuscritos Nº45, "el
pueblo estaba sujeto para la administración de remedios, aún los más delicados,
a la ignorancia de Mercaderes y Pulperos, o a la voluntariedad de Médicos y
ejercitantes de esta facultad y de la cirugía, que consultaban demasiado el
interés propio".
El Virreynato del río de la Plata, nace
en 1.778 los 50.000 habitantes de Buenos Aires, se asistían con los escasos
médicos que había en la ciudad, formados en España, Inglaterra y Francia. Contaba con tres hospitales: El Santa
Catalina, de Defensa y Méjico, destinado a emergencias, (actualmente es Museo
Militar), de la Residencia o de hombres, frente a la Iglesia de San Telmo, en
la hoy calle Humberto 1°, con 200 camas, construido sobre terrenos expropiados
a los jesuitas y el de la Caridad o de mujeres, con 70 camas, próximo a la
capilla de San Miguel. Ambos fueron demolidos. Los pacientes que acudían a los
mismos eran insolventes y/o menesterosos.
En 1.782, en el virreinato de las
Provincias del Río de la Plata, no había menos de 31 boticas establecidas y 4
botiquines. De ellos 16 y 3 botiquines
se hallaban en tierra argentina, 11 boticas y 1 botiquín en Bolivia, y 4
boticas en el Uruguay. En Argentina, 9
estaban establecidas en Buenos Aires; 4 en Córdoba; 2 en Salta; 1 en Tucumán; 2
botiquines en Mendoza y 1 en Jujuy. Pero
ya antes de 1.763, existían las boticas de presidio y aún con anterioridad las
de los conventos.
En sus comienzos, el Protomedicato se encargó de surtir de artículos
farmacéuticos a todas las boticas del país, encargándolos en cantidades
considerables a las casas de Diego Thomas Fanning de S. Lúcar y José de Llano y
Sangines de Cádiz, a cambio de cueros y lanas de vicuña. Recibíase también de España "los compuestos"
y exportábase del virreinato toda clase de árboles y plantas útiles y,
"para la Real Botica, todos los géneros medicinales, con las noticias
respectivas de su uso y virtudes".
El virrey Joaquín del Pino crea en 1.881
el Protomedicato y se inicia la formación y capacitación de los primeros
médicos nativos. Su titular fue el Dr. Cosme
Argerich. El 2 de marzo del mismo año se
inician los cursos, en los que se inscriben 15 postulantes criollos, que
egresan graduados cinco años después, entre ellos.
La existencia del Protomedicato es
efímera y cesa en 1812. Durante las
Invasiones Inglesas fueron excepcionalmente hospitales, los templos de San
Juan, de Alsina, donde las hermanas de clausura, las Clarisas, asistieron por
igual a ingleses y residentes nativos. San
Ignacio, La Merced, San Francisco, Santo Domingo, Montserrat y otros. Entre 1801 y 1830 había en la ciudad cerca de
200 médicos, para asistir sobre todo enfermedades pestilenciales que
constituían más del 60% de la demanda.
Por estos
tiempos se ignoraba el qué, cómo, cuándo y porqué se contagiaban las personas, los
animales, los alimentos, el agua, etc. Se
desconocía la etiología de la generalidad de las enfermedades transmisibles, menos
aún la epidemiología, excepto viruela. En la época colonial, hubo sucesivos
brotes de viruela, en 1605, 1621, 1641. Años más tarde, en 1774,1792 y 1794. En
1804 el Dr. M. O’Gorman, indicaba las primeras aplicaciones de la vacuna
antivariólica descubierta poco antes por Eduardo Jenner. Después
de 1870, se descubrieron los agentes productores de las enfermedades
transmisibles. En 1874 fue el bacilo de
la lepra. Luego, los llamados “cazadores
de microbios” Koch, Pasteur, Roux y muchos otros, descubrieron el origen de la
mayor parte de las enfermedades contagiosas.
En 1814, comienza sus actividades
docentes con motivo de las campañas militares, la Escuela Médica del Instituto
Militar. En 1821 se crea la Universidad
de Buenos Aires, que incluye entre sus carreras, Medicina, con un plan de estudios,
mayor de cuatro años. La ciudad con sus precarios servicios
sanitarios, se enfrenta a numerosos brotes epidémicos. Eran excepcionales los aljibes con agua de
lluvia. Esto exponía a la población a
riesgos constantes, sobre todo de enfermedades transmitidas por ingesta, por
vía digestiva, durante todo el año o respiratorias agudas, cuando los fríos o
las transmitidas por vectores tras las lluvias, (o víricas estacionales como el
brote de sarampión en 1812, el siguiente fue en el 1825) y otro de fiebre
tifoidea en 1817.
En Buenos Aires en 1860 y 1864 hubo
disentería bacilar, y en 1865 epidemia de sarampión. Asimismo, se convivía con brotes de difteria,
tifoidea, tuberculosis, todas las respiratorias agudas y las estacionales y en
las provincias del norte brotes de peste bubónica, tifus exantemático y
paludismo, por la ausencia de cloacas y además porque no existían normas acerca
de la disposición de excretas, desperdicios, basuras, animales muertos, que
contaminaban los pozos y las napas de agua de consumo. Por la
carencia de agua potable que se obtenía del río de la Plata y distribuían para
la mayor parte de la población, los aguateros, en enormes toneles, sobre chatas
de ruedas muy altas.
En 1.827 se reestructura el plan de
estudios de la Facultad de Medicina llevándolo a seis años. Los brotes de enfermedades pestilenciales
persisten y asedian la ciudad, en esta instancia, escarlatina, en 1.833-36 y
37. Por decisión del gobernador, el
general Viamonte, todos los graduados de la Universidad de Buenos Aires deben
servir tres años en los ejércitos de la patria.
En 1.836, Rosas, gobernador de la
provincia de Buenos Aires, en nombre de la Confederación, dispone que sólo
podrán acceder al título de médicos, aquellos que acrediten fehacientemente
adhesión a la causa de la Federación, y por ello renuncian y abandonan la
Universidad, varios docentes titulares de cátedras y fundadores de la misma.
Desde 1853 la Facultad de Medicina, se
instala en el Hospital de hombres y se funda el Hospicio de San Buenaventura,
para desamparados e inválidos de guerra.
Nace así en 1.865 la Academia Nacional de Medicina que asume las
funciones de control sanitario de la población, control de títulos y vigilancia
del ejercicio profesional y se crea la Escuela de parteras con una maternidad,
que funciona en el Hospital de Mujeres. En poco tiempo se fundan los Hospitales
Español e Italiano. En 1.867 se desata
el brote de cólera con 5.000 afectados, más de 1.500 muertos y una probabilidad
de infectados y por consiguiente portadores, 10 a 20 veces superior. Este brote se atribuyó al retorno de las
tropas de la guerra desde el Paraguay, que se reitera en el año siguiente, con
menos casos por las medidas de cuarentena. Retorna en 1882 junto a fiebre tifoidea y
después en 1884 y 1886.
En 1.868 se instala la primera bomba de
agua en el río de la Plata, con una toma a 1600 metros de la costa, que era
potabilizada y llevada por cañerías de casi 20km. de extensión. Primero en
Plaza Lavalle, luego hasta Flores. Al
desatarse en 1.870 la epidemia de fiebre amarilla, con 200 casos, se recobra
conciencia de la falta de servicios sanitarios básicos. Las intensas lluvias de primavera y verano del
70 inundan los pozos negros y las letrinas de los barrios de la zona sur,
incluso en la Boca.
En 1.871 la epidemia se reitera por el
arribo de un carguero procedente de Brasil. Fueron quince mil los muertos, que
vivían principalmente en los conventillos de Montserrat y el Alto de San Telmo.
Las autoridades gubernamentales
abandonan sus residencias del área, como también los habitantes de Montserrat,
San Temo y las quintas contiguas de Barracas, instaladas sobre la calle larga
del sur. Emigraron al norte, hacia
Belgrano, a una legua y media, en zona baja, en cuanto a cota, aislada del
resto y al oeste a San José de Flores. En
el diario La Prensa del 13 de mayo de 1.871 dice.”... La propagación de la
fiebre amarilla parece seguir el curso de las cloacas”....
La epidemia de 1.871, suscita una serie
de medidas sanitarias, que aluden al tratamiento de las basuras, que debían ser
enterradas a determinada profundidad, la desinfección de letrinas, la
disposición de los muertos, que llegaron en abril a 300 diarios, con picos de
600. Se crea la Comisión Patriótica para asistir la epidemia que preside el Dr.
Roque Pérez y el Dr. Manuel Argerich,
que mueren en la ocasión. Se
habilitan los terrenos de “la chacrita de los colegiales”, como cementerio, que
pasa ser Chacarita. Allí se entierran
las primeras víctimas. Accedían por
ferrocarril, tirado por “La Porteña” que manejaba el ingeniero inglés John
Allan, que murió en la epidemia. La
mayor parte fueron incinerados y enterrados en el hoy Parque Ameghino.
Tras el fallecimiento de su por fiebre
amarilla, el virrey del Pino en 1.871, con su legado se construye el hospital de
niños, San Luis Gonzaga, que inicialmente dirige el Dr. Carlos Herrera Vegas,
mientras el Dr. Ricardo Gutiérrez se preparaba en Europa. Luego éste lo conduce por 25 años. En 1.879 inicia su construcción en la manzana
de la actual plaza Bernardo Houssay, el hospital Buenos Aires, futuro Clínicas,
que pasaría a depender luego de la Facultad de Medicina y en 1882-83 en unas
barracas que permitían albergar 40 camas, comienza sus actividades la Casa de
Aislamiento, a cargo del Dr. José Penna.
En 1884 se solicita al ingeniero
Coghlan, la realización de los estudios de cotas, desagües pluviales (aguas
limpias) y de cloacas (aguas negras) y el saneamiento de los arroyos que
recorrían la ciudad de 1 millón de habitantes y una superficie cuatro veces
menor a la actual. Merced a la gestión
de José María Ramos Mejía, Eduardo Wilde, José Penna, Carlos G. Malbrán,
Baldomero Sommer, Telémaco Susini, Luis Agote, Pedro Mallo y el oriental Carlos
Susviela Guarch se crea la Oficina Sanitaria Argentina, para ocuparse de las
enfermedades transmisibles, mucho antes que la homónima Panamericana, que nace
en la segunda década de siglo XX.
Sus normas, muy adelantadas a su época,
son censuradas por Inglaterra, varios países de Europa central y Brasil, que
privilegian el libre comercio, antes que el control de las enfermedades
pestilenciales, que llegaban desde Africa, Europa y Asia por el incremento de
las comunicaciones. A Luis Agote le
correspondió defender la posición argentina en los foros internacionales. Fue el descubridor de los procedimientos para
hacer incoagulable la sangre y de los grupos sanguíneos. Fue postulado al Nóbel.
En 1.887 el hospital de mujeres se
traslada a su ubicación actual, para ser el Hospital Rivadavia, sobre avenida
Las Heras. El Hospital Francés inicia su
gestión y Telémaco Susini funda el Instituto de Patología. En 1.888, se inicia el Hospital Muñiz.
Albergaría allí a las cátedras de enfermedades Infecciosas, a cargo de Penna y
luego la de Tisiología (Tisioneumonología).
En 1.890 se crearon el hospital Pirovano,
el Tornú, el Hospital de Flores, Teodoro Alvarez y del norte Juan A. Fernández. Contiguo al Hospital San Roque, se construye
la maternidad Eliseo Cantón. Se sumaron
luego la maternidad Lucio Molas, y la Maternidad Pardo. La expectativa de vida de la población, había
crecido de poco menos de 40 años en 1820 a 50 años y más. Argentina estaba por
entonces en la cima del conocimiento científico y le esperaban nuevos logros. Además, el poder central acompañaba esos
avances y le asignaba una importancia primordial a la Salud Pública, creando el
Departamento Nacional de Higiene, dependiente del Ministerio del Interior. Además recién en 1928, para la provisión de
agua a la ciudad de Buenos Aires, se pasó a la nueva bomba y planta actual, de la
avenida presidente José Figueroa Alcorta.
El Laboratorio Central de Salud Pública
de 1.904 fue el primero de América, equivalente a los europeos, el Pasteur de
París, Serológico de Viena, Biológico de Berlín. La construcción del edificio se costeó con un
mínimo impuesto a la venta de medicamentos, semejante en su diseño y estructura
al Pasteur. Para su misión y funciones
se contrató al director del Serológico de Viena, el Prof. Rodolfo Krauss y se
envió a Carlos Malbrán autor del proyecto, a capacitarse a los Institutos
europeos citados y se contrataron a investigadores con el fin de capacitar a
los profesionales locales. Allí se
produjeron los primeros sueros antiinfecciosos, antiofídicos y antiarácnidos
venenosos. Ese sector lo dirigían
Bernardo Houssay y Angel Roffo, que fallece a poco. Las investigaciones específicas florecen por
doquier y se realizan en todo el territorio del país y en los países vecinos y
al mismo tiempo sirven para asistir y mejorar la salud comunitaria.
Llegamos así al premio Nóbel para
Houssay, y poco después otro para Luis Leloir, discípulo del anterior. Las
propuestas al mismo premio para Armando Parodi, por el descubrimiento de la
etiología de las fiebres hemorrágicas y a Abel Cetrángolo por sus investigaciones
en tuberculosis. Y el Nóbel para César
Milstein. En la década de 1.940 el neurocirujano,
el Dr. Ramón Carrillo, que mantiene el concepto normativo, lo extiende esto a
todas las regiones del país. Se
construyen numerosos hospitales, hasta duplicar la dotación de camas. Trabajan también Penna y Malbrán y la salud se
regionaliza.
En las décadas del 60 y 70, vuelven los
conceptos de riesgo y las evaluaciones epidemiológicas con Dr. Carlos Urquijo,
creador de la cátedra de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública, ante el
nacimiento de las represas hidroeléctricas, por los riesgos de la Esquistosomiasis,
endémica en Brasil, vehiculizada por caracoles infectados, también por
infecciones hospitalarias; por toxiinfeciones alimentarias; por enfermedades
prevenibles por vacunación; por patologías diversas, etc.
El 22 de agosto de 1.970 se inauguró
oficialmente en un acto que se realizó en el local de la antigua farmacia
"De La Estrella", declarada patrimonio nacional. El contenido de dicho museo es
inconmensurable, enseña mucho e invita a la reflexión histórica, no sólo es
interesante para los profesionales de la medicina, sino también para el público
en general.
Qq.·. Hh.·. Además de ser muy interesante este
recorrido por la historia de la medicina y de las “boticas” en nuestra ciudad,
es muy interesante investigar cuántos de los hoy Hospitales, no sólo de la
ciudad de Buenos Aires, sino del interior del país nacieron de Logias
operativas que se formaron para dar a luz un centro asistencial y que abatía
Columnas una vez cumplido su objetivo.
Pero eso será motivo de otro trazado.
Es mi palabra
S.·. F.·. U.·.
Beartiz Noto
Pr.·. Vig.·.
Logia Norma Mazur